Un tranvía de melón marinado

Hace unos días hice un brunch para mi hermana, ya les había contado. La parte que no les conté fue el desastre que dos días antes casi acaba con la fiesta y las esperanzas de Pola de ser una niña normal.

Ya tenía preparados los recuerditos, las masas brisées para los quiches y las tartas estaban en el congelador, los choux también... y en eso me llamó mi amigo Alejandro para decirme que estaba en el DF. Unos minutos antes de salir por él me di cuenta de que no tenía luz, pero equis.

Regresé con Ale a la casa y ahí me di cuenta de que yo seguía sin luz, pero los vecinos no. Claro, Pola se la pasa de viaje y se le había olvidado pagar la luz y se la cortaron. Bien padre. Empecé a hiperventilar pero Ale me calmó, me ayudó a encontrar un recibo en el fondo de una de mis mil bolsas y me acompañó a pagar.

Nos prometieron que tendríamos electricidad en menos de 24 horas así que regresamos a mi casa a cenar a la luz de las velas, despreocupados, felices, sin temor al porvenir. En la mañana me paré temprano y me puse a cortar bolitas de melón para tenerlas marinadas a tiempo para el brunch. 

Pero se fue Ale, acabé de hacer las bolitas y de adelantar cosas para las tartas, y de mil babosadas y seguía sin luz. Me llamó mi mamá y le dije que trajera oro comestible para ponerle a la champaña justo antes de que se me cortara la llamada porque, obvio, no había podido cargar la pila del cel. ¿Teléfono fijo? Ah, también me lo cortaron. Soy ella:

Tuve que regresar a ver por qué no la habían puesto, pescar un señor con uniforme en la calle y pedirle que me reconectara. Y entonces descubrió, porque yo ni en cuenta, que no había pagado mi luz, sino la de la vecina.

Lloré tantito y agradecí a Dios que en la mañana se me había ocurrido ponerme un vestido corto y escotado y el señor me volvió a conectar la luz. Cuando llegó Marina a ayudarme con los preparativos estaba tan histérica que le grité a una mariposa, pero todo nos salió muy bien.

¿O no? bueno, luego les cuento cómo tiré un bote de pintura en la alfombra. Por lo pronto la receta del melón, que es mucho mucho más fácil que la vida de una princesa derrocada que siempre ha dependido de la caridad de los extraños como yo.