Los pretzels son corazones torcidos

Me he pasado algunos días redecorando mi departamento, por fin compré un mueble para que no les entre el polvo a los discos ni a las copas, y de una vez aproveché para mover varias cosas de lugar. En esta aventura, me encontré ayer mi receta de pretzels de chocolate en una carpeta. Estaba escrita detrás de mi cv de hace 11 años, donde aseguraba tener experiencia en un montón de lugares en los que obvio nunca trabajé. Lo mejor del cv fue la foto.

Si el mueble era una razón para empezar a reacomodar todo, la razón para seguir fue que no quería pensar. Hace como mes y medio por fin pude aceptar que tengo una herida muy grande que sanar. Y en vez de eso, metí mil novedades en el café, empecé a ver a alguien del pasado, me enfoqué en todo en todo menos en mi duelo. Obviamente acabé siendo un desastre emocional, exploté, me volví loquita. Sí, sí, otra vez.

Y ayer que tenía muchas cosas que hacer me encontré esta receta que solía preparar muy seguido y que tenía olvidada. Me encantan estas galletas aunque nunca logro darles la forma correcta, siempre terminan pareciendo corazones torcidos, cuando no caquitas. Pero ya que mi corazón está todo chueco y es un cagadero, supongo que la ironía dramática resulta adecuada. Además, siempre que tengo mucho que hacer mejor me pongo a hornear.

Pasé toda la noche pensando en todos mis problemas mientras el chocolate de las galletas se secaba para poderlas comer. Pero desperté con una gastritis insoportable. Imposible tomar café, mucho menos galletas de chocolate. Chale.

Todavía me siento bastante mal así que no puedo comerlas, pero puedo seguir organizando mi departamento y darles la receta porque, feas y todo, saben muy bien. De mí qué les digo. Estaré bien. O no. Ya veremos.