Cómo preparar un gimlet como los de la serie Maniac
Ingredientes
Y se cocina así
Si son como yo adictos a Netflix, seguro ya empezaron a ver Maniac (Cary Joji Fukunaga, Patrick Somerville, 2018), esta serie con Jonah Hill y Emma Stone que está haciendo mucho ruido. Creo que nos pasa algo con los actores cómicos, cuando hacen dramas nos sorprendemos mucho de el rango que pueden tener, y he de decir que eso nos pasa con Hill (actorazo) y Stone. He de decir también que a ella la detesto, y que esta serie funciona gracias a él y a pesar de ella.
La acción se sitúa en Nueva York en un 2018 alternativo. Como si la tecnología hubiera avanzado pero se hubiera quedado en una estética ochentera a la Terry Gilliam: diquettes, audífonos gigantes y videojuegos con un look anticuado, pero avances técnicos increíbles.
Owen (Jonah Hill) es un esquizofrénico de una familia millonaria que se ofrece como conejillo de indias para probar un medicamento que está a punto de lanzarse al mercado: tres pastillas, A, B y C, que prometen solucionar todos los traumas del ser humano en sólo una toma de cada una. Annie (Stone), por su parte, es una adicta que entra en el estudio a fin de darse un viaje con las preciadas drogas en cuestión.
Mientras la pastilla A lleva a los voluntarios a revivir el momento más doloroso de sus vidas, la B y la C funcionan más como catalizadores que apelan a sus fantasías. Cuando las de ambos personajes comienzan a mezclarse, sabemos que algo anda mal, aunque, al igual que los científicos encargados del estudio, no podamos comprender exactamente qué.
Si del lado estético ya teníamos en mente a Gilliam, a partir de este momento las referencias se multiplican y nos sentimos a ratos en Being John Malcovich (Spike Jonze, 1999) Eternal Sunshine of the Spotles Mind (Michel Gondry, 2004) o The Godfather (Francis Ford Coppola, 1972) por nombrar sólo algunos. Todo resulta en un viaje literalmente delirante que te recuerda que es también un drama cada que bajas la guardia.
La serie está llena de pequeños indicios que nos señalan constantemente que estamos dentro de la cabeza de los personajes. No es anodino que Owen suene un poco como "one" (uno en inglés) y Annie tenga las letras de "nine"(nueve), sus respectivos números de paciente. Otros elementos que vuelven una y otra vez son un cubo Rubik, un tomo de El Quijote, y una bebida en específico: el gimlet.
Mientras la pastilla A lleva a los voluntarios a revivir el momento más doloroso de sus vidas, la B y la C funcionan más como catalizadores que apelan a sus fantasías. Cuando las de ambos personajes comienzan a mezclarse, sabemos que algo anda mal, aunque, al igual que los científicos encargados del estudio, no podamos comprender exactamente qué.
Si del lado estético ya teníamos en mente a Gilliam, a partir de este momento las referencias se multiplican y nos sentimos a ratos en Being John Malcovich (Spike Jonze, 1999) Eternal Sunshine of the Spotles Mind (Michel Gondry, 2004) o The Godfather (Francis Ford Coppola, 1972) por nombrar sólo algunos. Todo resulta en un viaje literalmente delirante que te recuerda que es también un drama cada que bajas la guardia.
La serie está llena de pequeños indicios que nos señalan constantemente que estamos dentro de la cabeza de los personajes. No es anodino que Owen suene un poco como "one" (uno en inglés) y Annie tenga las letras de "nine"(nueve), sus respectivos números de paciente. Otros elementos que vuelven una y otra vez son un cubo Rubik, un tomo de El Quijote, y una bebida en específico: el gimlet.
Sin spoilers del papel que dicho coctel toma en la trama, me limitaré a pasarles la receta porque es súper rico, y a recomendarles la serie, que se encuentra en Netflix. Nada más les advierto que no está tan chill.
Ingredientes
- 1 1/2 oz de ginebra
- 1 oz de jugo de limón verde
- 1 oz de jarabe natural
- hielo
Y se cocina así
- Mezcla todos los ingredientes en un shaker y agita vigorosamente hasta mezclar bien
- Cuela en una copa de coctel y adorna con una rodaja de limón verde