El regreso de las alcachofas

Ya regresé de Europa. Recordarán que estaba dudando mucho si ver Ben, aunque en el fondo pensaba que sería él quien no se decidiría a verme: han pasado muchos años y aunque hablamos prácticamente diario, está casado. En Londres tuve solamente tiempo de una caminata nocturna por las calles del centro con mi amigo Rockstar. Pero la gran emoción del viaje era volver a París.

Tomé el tren tranquila, como tantas veces. Mi hotel estaba en los Champs Élysees, así que no había pierde. Le mandé un mensaje a Ben para avisarle que ya estaba ahí y darle mi número de habitación y me salí a caminar.

Caminé un rato en el frío. Luego comenzó a llover y caminé bajo la lluvia. Estaba feliz, metiendo los pies en los charcos, como una rana. Algo tengo yo con el agua. Luego entré en un bistrot y pedí un tartare, moría por uno. Cuando volví al hotel tenía varios mensajes de Ben. Oscilaban entre "tengo mucho trabajo""sí quiero verte""¿qué vas a hacer mañana? y "si te veo nunca me lo perdonaría y si no te veo tampoco". No le contesté. Al día siguiente me fui a trabajar y por la tarde estuve dando vueltas y vueltas por las calles, pensando. Recordé que eso era lo que me hacía feliz cuando vivía sola allá. Caminar por las calles, sola, pensar y sentarme a leer, siempre sola ¿por qué arruinarme el momento?

A los pocos días de que volví me llamó aquél, el otro que también está comprometido. Primero pensé en aplicarle la misma que a Ben. "No le hagas caso, dale el avión, no te extraña en serio". Pero ayer era de nuevo la fiesta en la que nos conocimos hace un año y lo pensé mucho. Tanto que no dejaba de tomar mi teléfono para llamarle y arrepentirme después. Por fin me decidí a tomarme una pastilla para dormir y poner el teléfono en silencioso. A la una de la mañana sentí el teléfono vibrar y no lograba despertarme. Soñé que me paraba, que era él y que le decía que fuera a mi casa, que la puerta estaba abierta.

Me desperté a las cinco de la mañana asustada a verificar si la puerta estaba cerrada. Tenía tres llamadas perdidas de él y un mensaje. Le contesté, me contestó. Hablamos durante casi una hora y nos dijimos que lo mejor era seguir manteniendo distancia. Luego le llamé a Gaby para preguntarle si sabía algo, porque ella había estado en la misma dichosa fiesta. "Sí, y no hablaba más que de ti, tú siempre dices que lo quieres pero crees que él está jugando; ahora veo que desde su punto de vista es al revés, tú eres la que juega a ser mala, y él te quiere, mejor ya hablen". 

Agarré el teléfono con la firme intención de llamarle, decirle que nos viéramos, tomarnos unas cervezas y decirle que yo también hablo solamente de él. Pero habían muchos pasos en ese plan en los que podía arrepentirse alguno de los dos. Así que se lo escribí todo, qué piedra. Eso fue hace tres horas y no ha respondido. Él es el que está aplicando la misma que le apliqué a Ben. Voy a salirme a caminar. A imaginar que está haciendo lo mismo, y que por más grande que sea esta ciudad, eventualmente nos toparemos. Así se encuentran las piedras, ¿no?

Antes de irme les dejo la receta de lo que cociné ayer. Sí, alcachofas rellenas de nuevo. Yo no cambio. No quiero.