Una tormenta en una tarta de chocolate

Ayer estaba limpiando la alacena y el refri cuando me llegó un mensaje que, a pesar de que ya me sentía mejor, volvió a ponerme de malas. Tenía toda la comida sobre la mesa para poder pasar bien el trapo cuando lo vi, y de pronto se me subió la sangre a la cabeza.

Así que hice lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar, empecé a apilar ingredientes en una esquina de la mesa: avellanas que me regaló Pau, miel que dieron en la boda de mi hermana, cocoa que traje de Ámsterdam...En hora y media tenía una tarta de chocolate recién salida del horno.

Le tomé la obligada foto para Instagram, la metí al refri y me salí a caminar. Ya en la calle decidí que iba a ir yo sola al cine. Cuando salí de una película que ni me gustó estaba cayendo una tormenta de aquellas y me di cuenta de que no había ni desayunado. Me salí a caminar otra vez. Sí, bajo la tormenta. Sí, atormentada por partida doble.

Llegué a mi casa peor que si me hubiera caído en el lago de Chapultepec, pero me sentía bien. Me di un baño como de media hora con agua hirviendo, saqué la tarta del horno y me la comí. Sí, yo sola. Sólo sola soy yo. Algo así. Me estoy acostumbrando de nuevo.

Cuando esté cuajada puedes decorar con fresas o frambuesas o sentarte a comértela toda tú sola.

Estoy con la idea de volver a abrir un café. Bueno, mi hermana y mi papá están con esa idea, yo estoy con la idea de matarme o algo, como siempre. Pero si su opinión acaba pesando más que la mía, esto estará en el menú. Usted, ¿qué opina?